Una de las consecuencias de la citada evolución tecnológica es que la línea entre el mundo real y el virtual es cada vez más difusa. Las redes sociales invaden nuestro día a día y pasamos una gran cantidad de horas en ellas interactuando con otras personas. Incluso, hemos llegado a sumergirnos en videojuegos gracias la realidad virtual o a insertar elementos virtuales en el mundo real a través de la realidad aumentada.
Sin ir más lejos, también contamos con multitud de plataformas digitales a nuestra disposición para realizar todo tipo de compras, lo que está dejando casi en desuso el dinero físico, o para informarnos, con el consiguiente impacto en los periódicos en formato papel. Es decir, cada vez realizamos más actividades cotidianas desde Internet y, en consecuencia, dependemos más del mundo virtual que del mundo real en muchos ámbitos de nuestra vida.